Muchas veces uno asiste a reuniones familiares y se tiene que someter a las tan famosas preguntas sobre edad, estado civil y la no menos cruel indagatoria sobre aquello que fuimos y que queríamos ser.
Llegado a esta instancia también nos podemos encontrar respondiendo a preguntas que tienen que ver solo con el deseo del otro.
Cuando uno ya está en una edad donde no tiene filtro y responde lo que piensa puede asistir a situaciones a veces bizarras, si no mide que el interlocutor puede ser la longeva tía Pepa a la que ya le hicieron tres implantes y que por recomendación médica no debe estar cerca de electrodomésticos con amplitud modulada, te podes meter en un embrollo.
-Tía Pepa: … pero tenes 40 y vivís con un amigo! ¡Yo a tú edad ya tenía 3 hijos!
Yo (impertérrito) Yo… tía no quise cargar con más responsabilidades, además comencé el postgrado.
TP: ¡Pero mirá vos que estudiaste tanto! Derecho, Psicología y alemán. ¿y que hacés?
Yo: Me dedico a las tres cosas, por eso no tengo tiempo y también escribo para un diario gay y tengo un programa de radio que se llama El Punto K que sale por una radio gay.
Lo que era una fiesta para festejar no sé que nacimiento se puede transformar en un abrir y cerrar de ojos en un velorio. ¡En fin, al menos abrá sanguchitos!
Pero lejos de esto muchas veces uno se plantea pasados los 40, ¿para que estudié tanto? ¿ Para qué tanto curso?
Y en este punto se me vienen a la mente, frases que me dijera en un reportaje Florencia Peña que ha hecho de todo y que actualmente está defendiendo a cuerpo y espada su parecer con respecto a la administración Kirchner.
Ella me dijo: “La medida del éxito es tan personal y no hay que dejar que los demás nos inunden con las cosas que esperaron de nosotros o las que esperan en la actualidad. Lo que para uno puede ser un éxito para el otro puede ser algo sin valor y está bien que así sea, decía Florencia y tenía razón, ya que muchas veces nos encontramos haciendo cosas sin sentido por el solo hecho de que es lo que se espera de uno.
Y ni que hablar cuando se te da por darle rienda suelta a lo que tú imaginación y libre albedrío quieran hacer…
Hace poco un amigo, de profesión abogado dejó en su estudio una carrera brillante, se separó de su pareja, a la que no le gustaba mucho viajar, disolvió todo su patrimonio, se compró un barco y zarpo solo, ligero de equipaje con corazón de viaje, para dar la vuelta al mundo.
Algo que tenía ganas de hacer desde antes de ingresar a la facultad.
La familia lo tiene ahora por “el loquito descarriado”
Su madre no deja de repetir a quien quiera escuchar: “Pero… si tenía todo…”
El manda mails diciendo que la está pasando bárbaro desde Singapur.
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1 comentario:
Que buen post!!!<br /><br />Ojala fuera todo tan simple como comprarse un barco, no?<br /><br />Abrazo<br /><br />Alan Afuera
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